Las
visitas a monumentos es, después del cine, la actividad cultural más practicada
por los españoles: el 28,8% declara haber visitado un monumento en el último
año[1].
Aunque no podemos saber con exactitud cuántos de estos vi- sitantes son turistas, cuántos excursionistas y cuántos
corresponden a la población local, podemos suponer que un elevado número de
estas visitas las podemos catalogar como actividad turística.
La última
encuesta del Ministerio de Cultura sobre hábitos y prácticas culturales,
realizada durante el período 2006-2007, indicaba que un 34,1% de los españoles
había visitado un monumento el último año, un notable incremento respecto a las
cifras del período 2002-2003.
Esto
incluye el excursionismo, de gran importancia en el turismo cultural, tanto en
lo que se refiere a visitantes de día desde su lugar de residencia como a
turistas cautivos.
Se ha
producido un sensible descenso de la visita a monumentos en los últimos años.
Así, en 1990, un 35,5% de los españoles había realizado en el último año una
visita a un monumento, cifra que se eleva al 37,1 en el periodo 1997-98 hasta
el 34’1% del último dato constatable.
El número
de turistas que viaja por motivaciones culturales crece de manera exponencial
año tras año[2].
Uno de
los mayores retos a los que se enfrentará el turismo cultural en el futuro será
garantizar su sostenibilidad. Parte del problema es que muchas personas
consideran que este tipo de turismo es inherentemente "bueno" porque
genera unos ingresos muy necesarios para la cultura y porque atrae a turistas
interesados en la cultura.
La
cultura y el turismo se necesitan cada vez más uno a otro: la cultura es un
elemento esencial del atractivo y los rasgos distintivos de los lugares, pero
la cultura necesita cada vez más el apoyo de los ingresos comerciales.
Estos dos
sectores a menudo hablan idiomas distintos, lo que da como resultado escases de
coordinación y proyectos comunes. La falta de cooperación resultante entre los
dos sectores puede reducir seriamente los beneficios potenciales del turismo cultural
y, a veces, eliminar el argumento básico para desarrollar el turismo cultural.
Richards
(2001) afirma que el crecimiento del turismo cultural no es mayor que el
crecimiento del turismo global en su conjunto. En cambio, el número de
atracciones de turismo cultural aumenta rápidamente porque los países, las
regiones y las ciudades consideran cada vez más los iconos culturales como
medio para sostener la identidad y atraer turistas.
En
España, el número de museos y
centros culturales visitables se ha duplicado en los últimos 25 años.
Atraer la
atención del turista cultural también se ha hecho más difícil debido a los
procesos de globalización. El mercado cultural, igual que muchos otros
mercados, está pasando a ser dominado por un conjunto reducido de
"marcas" importantes como Guggenheim o Hermitage.
En este
momento, hay unas 60 ciudades que hacen cola para adquirir un Guggenheim, lo
que da una idea instantánea de la escena mundial. La decisión reciente de Río
de no seguir este camino indica algunos de los problemas que implica, el menor
de los cuales es el coste. A medida que más y más ciudades siguen la ruta de
construir iconos globales, también aumenta el nivel de competencia entre ellas.
Algunas ciudades pueden contar historias de éxito, como Bilbao ha hecho con su
Guggenheim, pero cuanto más se afiance este proceso de "reproducción en
serie", más difícil será que las ciudades mantengan las características
que las diferencian y su ventaja competitiva.
[1]
La Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales
en España 2006-2007, www.redescultura.es/estadisticas/docs
[2]CALLE VAQUERO, M., GARCÍA HERNÁNDEZ,
M.Reflexiones sobre el turismo cultural. La aportación de la cultura en la
conformación de flujos turísticos emisores en España y la Comunidad de Madrid. http://revistas.ucm.es/ghi/02119803/articulos/AGUC1010220031A.PDF
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